Para comenzar con este proyecto de blog me pareció lo más apropiado darle el honor a la película que le dio el nombre y si me permiten, una de mis favoritas de siempre.
Como era de esperarse, he aquí otra joya del séptimo arte a cargo del inigualable Alfred Hitchcock. No solamente es un ejemplo de cómo manejar la dirección en un largometraje sino que las actuaciones del cast son irrepetibles. Tenemos a un Jimmy Stewart (Jeff) en el protagónico masculino encarando a un fotógrafo periodístico de la ciudad de Nueva York que se encuentra postrado en una silla de ruedas producto de un accidente automovilístico que le dejó de saldo una pierna inamovible; por su parte Grace Kelly (Lisa, la novia de clase alta) hace una complementación perfecta con el personaje de Stewart y es más que su pareja, su cómplice. El reparto también tiene a Thelma Ritter (Stella) como la kinesióloga que se encarga de darle un especial toque humorístico a este thriller con sus espontáneas y mordaces frases que lanza al aire con tanta naturalidad como crudeza. Otro personaje es Wendell Corey encarnando al detective Thomas Doyle, viejo amigo de Jeff.
Más allá de las actuaciones (irreprochables), el eje comienza a enmarcarse cuando, tras no soportar el aburrimiento que le producía a Jeff su semi-inamovilidad, cedió a la curiosidad y comenzó a estudiar detenidamente el comportamiento de sus vecinos co-lindantes a través de la ventana de su departamento. Todo parecía muy normal, una vecina rubia despampanante que llevaba uno que otro amante a su habitación, una pareja recién casada que no dudaba en demostrar a plena luz del día sus momentos pasionales, una anciana que acababa de enviudar y se había entregado repentinamente a las pastillas y el alcohol, entre otras delicias cotidianas que se pueden percibir si uno pusiera la atención (y el tiempo) del que Jeff parecía disponer en demasía.
Toda esa banal normalidad comienza a disiparse cuando el protagonista descubre tras espiar con el zoom de su cámara la intimidad de Thorwald (Raymond Burr) y su esposa inválida, quién yacía hacía un tiempo en cama. Una noche observa como este vendedor neoyorquino sale de su apartamento cargando un maletín (dónde llevaba supuestamente los objetos que vendía), lo cual parecería algo muy común a no ser por la hora de la madrugada en que se encontraba, y el segundo vestigio que hizo ruido a Jeff fue al darse cuenta que su cónyuge no se encontraba más en su cama.

El leve atisbo de resignación por parte de Jeff desaparece cuando encuentran muerto al perro de una de las parejas del vecindario, y cuando todos salen a fisgonear (tras el grito de su dueña) qué había sucedido, el único que quedó indiferente dentro del confort de su hogar fue nadie más que Thorwald y es aquí cuando el personaje de Stewart comienza a adentrarse aún más (casi caprichosamente) en su teoría sobre el asesinato de la mujer del sospechoso, creando una conjetura muy curiosa: seguramente había sido éste quién eliminó al canino por estar hurgando en las flores de su jardín donde, según Jeff, era probable que haya algo incriminador enterrado.
Stella y Lisa comenzaron a ceder a favor de las teorías insistentes de Jeff y tal vez descartando (al menos un poco) la idea de que el personaje de Stewart había entrado en una especia de limbo psicótico (tema recurrente en la filmografía del director) y obsesivo que se enmarcaba en lo que había detrás de esa ventana, un escenario lleno de situaciones tan desopilantes como sospechosas y que llevaría a este simple fotógrafo a desentramar uno de los crímenes (no tan) perfectos más icónicos de la historia del cine.
A todo el suspenso que se le puede adjudicar a esta obra de arte (como en las tomas en las que la enfermera y su novia salen a revisar apresuradamente el jardín y eventualmente el departamento del sospechoso después de que Jeff lo llamó fingiendo interés por algo que 'sabía sobre Thorwald' apuntando una cita en un bar cercano para darle tiempo a sus 'secuaces' de encontrar algo incriminante, sabiendo que el señor de casa volvería en cualquier instante) también se le agrega un toque de romanticismo entre dos personajes tan dispares pero que tan bien ensamblan a la hora del amor. Lisa, una refinada chica de la alta clase, que gira su mundo en torno a la moda, lo cual produce a Jeff cierta duda sobre la correspondencia en esa relación, con vaivenes tan atrapantes como el eje mismo de la película.

Para los amantes del suspense y del buen cine no pueden dejarla pasar, quedarán pegados al asiento (o donde sea que estén) los 112 minutos más palpitantes de la historia hitchcockiana.
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